POEMAS DE JOAQUIN BROTONS. 1998.

Este cuaderno dedicado a Joaquín Brotóns, que publicó  el Área de Cultura de la Diputación de Málaga, con motivo de una lectura de poemas que dicho poeta realizó en el Centro Cultural :»Generación del 27″, en Málaga, donde le presentó el prestigioso poeta Pablo García Baena (Premio Príncipe de Asturias de las Letras y Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana), contiene 5 poemas de temática homoerótica y lleva un magnífico prólogo de Luis Antonio de Villena (Premio de la Crítica) , buen conocedor de la obra de Brotóns, que escribe en su prefacio: “…La poesía de J. Brotóns procede de la intensidad del vivir, del apetito por las formas y los seres, y se construye para salvar esa vida, y animarnos a vivir más intensamente, después de su lectura. Es una poesía, la de Brotóns, de la pasión y del cuerpo. Nos envuelve, pues, en sensualidad y propende a que la lectura sea un incendio. Su autor necesariamente es un vitalista, y escribe poesía como quien traza una línea de grueso rotulador por debajo de esa misma vida…»
«…Sus poemas, que son pasión y vida, hablan del cuerpo (y de su melancolía) y quieren arrastrarnos a su éxtasis. Poesía, en una palabra, de vividor y para vividores, a la que no molesta, sino afila, su halo de aceptada heterodoxia”.

El muchacho de la camisa rosa-pastel.

A Jesús Martín Rodríguez

Se llamaba Miguel.
Y había nacido en Cádiz,
pero residía en Málaga,
poseía la ternura,
la sensibilidad y la alegría
de los andaluces que nacen
abrazados a la espuma del mar,
aferrados al timón
de un barco cargado de coral,
caracolas y peces multicolores.
Su piel dorada de ángel
tenía el aroma de naranjas y
melocotones maduros,
el perfume embriagador
de limas, papayas, kiwis, mangos,
brevas e higos.
Sus labios rojos, sensuales
eran una mezcla de sabores
melosos, tropicales,
tenían el sabor
de la juventud y de la vida
intensamente vivida.

Amado lucifer.

Para Pepa y J. Javier Pérez Avilés

Ya habían cerrado las puertas del bar. Era casi al alba,
cuando el resplandor de su belleza cegó con su luminosidad la
triste y oscura retina de mis ojos cansados, hastiados de tanta
belleza vulgar, anodina, mediocre.
Llegaste tú, bellísimo Lucifer, hermoso ángel injustamente
arrojado al infierno terrenal, a las tinieblas de los hombres
mortales que visten de gris o negro.
Llegaste tú y tu mirada de Apolo virginal, impoluto, penetró mi
corazón solitario, abandonado, por el que corrían impetuosos
ríos de nieve, hielo y escarcha negra; afluentes infectados por
la soledad. Acaricié tu torso de mármol blanco y tu cintura de
cristal de roca, mientras mi cabeza reposaba segura sobre tu
fuerte y viril hombro de Adán cómplice, que también deseaba la
aventura soñada, anhelada.

No he vuelto a verle, pero un amigo me ha comentado que
su fulgor de efebo se ha marchitado ya, que su piel de nácar y
sus manos de arcángel se han agrietado por el paso del tiempo
y el duro trabajo que realiza actualmente.

Oh, bello Apolo-Lucifer, no eras el amor soñado, pero fuiste
el deseo desbocado, irrefrenable de una noche, el cuerpo en el
que me perdí y en el que volvería a perderme…. mil veces más.
Yo, pagano confeso, hedonista, que escribe estos versos
nostálgicos en la soledad del viejo caserón familiar, que se
desmorona poco a poco, mientras mi cuerpo envejece irreme-
diablemente.

Aquella noche fui feliz. Muchas gracias, amadísimo Lucifer
por regalarme la flor roja de tus muslos de plata y oro, que
perfumada con canela y menta, se deshojó entre mis labios
sangrantes de sed de amor-lujuría. Gracias por permitirme
beber el vino rojo de la pasión de tu juventud dionisíaca.

Los restos del naufragio.

Agotamos una botella de vino de la bodega familiar y charla-
mos largamente, casi hasta el amanecer.
Decía que nuestro amor era una locura, que no podía continuar,
que era imposible.
Y nos despedimos, nos abrazamos emocionados,
nos besamos intensamente, apasionadamente.
Sus lágrimas y sollozos se mezclaron con mi dolor más agudo,
más intenso y desesperado,
con mi angustia apenas contenida.
Sus últimas palabras fueron: »Por favor, no me odies, no me
guardes rencor, perdóname».
Y se marchó solo,
cabizbajo,
meditabundo, por la estrecha y vacía calle de la pequeña ciudad
de provincias, en la que las lámparas de las farolas bailaban una
danza de muerte y desolación, un ballet de desamor y fracaso,
una coreografía de máscaras y sombras locas y absurdas,
que ocultaba atléticos bailarines, maquillados con los colores
pálidos y grises de la tristeza y el desengaño amoroso.

Después, pasados unos meses, tras el silencio y el abando-
no, brotó la depresión la angustia, el miedo, el
pánico a encontrarle en la calle o en las viejas tabernas en las
que habíamos bebido el vino dulce, embriagador del amor
maldito, prohibido por la sociedad bienpensante y moralista; el
abismo, el infierno de saber que continuaba allí, en la misma
ciudad, pero lejano, ausente, perdido, oculto en otros brazos,
en otro amor tan distinto, tan diferente al nuestro.

Ahora, transcurridos los años, anestesiadas las heridas,
joven amigo, vuelvo a recordar los días dichosos de nuestro
amor, los días de nuestra pasión, de nuestra locura…
Ahora, cuando escribo estos versos, que quizás tú nunca leas,
sólo quiero decirte con ellos: Gracias. Gracias por tu amistad,
por tu cariño, por tu comprensión, por tu amor. Y que los dioses
te concedan el privilegio de la felicidad. Te lo mereces. Criatu-
ras de tu bondad, de tu ternura y de tu sensibilidad no nacen
todos los días.

A Joaquín Brotóns.

Acepta el fracaso de tu vida,
la soledad a la que estás condenado.
Y en la larga y oscura
noche de insomnio,
cuando la idea del suicidio
tortura tu mente,
decídete,
da el paso final.
Vida sin amor
no es digna de ser vivida.
Y ningún efebo-amante
ceñirá tus sienes
con laurel o pámpanos,
ni depositará rosas blancas
sobre el panteón familiar
que acogerá tu cuerpo inerte, frío,
rígido, sin vida…

ROSAS NEGRAS. 1998.

En este volumen,  publicado por la Asociación Jóvenes Amigos del Vino y  el Ayuntamiento de Valdepeñas, en edición no venal, que consta de 500 ejemplares numerados del 0 al 499, cuyo prólogo es del  famoso escritor Luis Antonio de Villena (Premio de la Crítica),  se recoge una selección de la obra publicada por Joaquín Brotóns, en los libros anteriores y 6 poemas inéditos, cuya selección de poemas y diseño de la edición, hicieron los amigos del poeta: Javier Pérez Avilés -Jefe de los Servicios Culturales del Consistorio valdepeñero- y Manuel López Rodríguez – Concejal de Turismo y Comercio del Ayuntamiento de Valdepeñas-.

Jesús Martín, como edil de Cultura del Consistorio  de Valdepeñas, escribe  un texto introductorio a esta antología de J. Brotóns, en el que redactó: “…Si La Mancha en la poesía es Alcaide, ésta fenece con Poemas para los muertos, premonitorio título, que aunque el autor ignoraba, enterraba un presente que ya era pasado de una historia cansada. A partir de la aparición de este libro, las nuevas generaciones de poetas miran a Valdepeñas como referencia de lo novedoso y a un poeta que entonces no conocen, pero que ha marcado el giro poético de los últimos veinte años. Claro, que no toda la poesía ha sido Joaquín Brotóns, pero de él nace el giro que entierra lo provinciano para conquistar lo mediterráneo…».

A Oscar Benedí.

Era un hedonista, un vitalista.
Era la vida. Y esa vide plena,
intensamente vivida
lo arrastró en su caudalosa corriente
de aguas turbias,
sucias y deshumanizadas,
en su río de espumas negras,
podridas por el desamor y la soledad.

Oscar, mi cálido amigo.
Otros criticarán tu vida y te crucificarán
una vez más. Yo no lo haré.
Sé que la vida está en los extremos,
en el filo ensangrentado de la navaja de oro
que tiembla en las manos grises de la noche fría,
en la cresta de la ola azul añil
que golpea la roca de zafiro,
el pecho,
el torso pálido y helado de la luna,
en la pendiente oscura
que te empuja hacia el túnel-espejo,
hacia la caída…

Oscar, amigo.
Sé que un coro de apolos
cantan tu clara sonrisa,
tus profundos ojos de romántico rebelde,
de idealista, de héroe.

Sé, querido Oscar,
que no habías nacido para envejecer
en un mundo vulgar y mediocre, ruín.
Tu profecía se ha cumplido.
Un hércules de piedra y acero
sostiene tu rota columna de Oscar Artista.

Amor-pasión.

Su espalda era fría y dura,
impenetrable,
tallada en bronce o piedra,
pero su pecho era cálido,
ardiente,
abrasador
como un mar de lava.
Sobre su suave piel de seda y plumas
dibujé con carmín un corazón,
un corazón herido, lacerado,
sangrante,
un corazón-fuente
del que manaba amor-pasión,
mi corazón.

REENCUENTRO EN EL SUR. 1987.

Este: «Reencuentro en el sur», en edición de Ángel Caffarena, publicado por :Publicaciones de la Librería Anticuaria El Gualhorce,  en su colección: Cuadernos de Raquel, cuyo colofón es:» La presente edición  consta de 150 ejemplares y ha sido impresa en Sur, hoy Dardo, Alameda,31, de Málaga, terminándose de tirar el día 30 de junio de 1987, al cuidado de Raquel Navamuel Caffarena».

El epílogo de dicho libro, que va sin firma, pero es su autor el poeta y crítico literario, José de Miguel Rivas,  que escribió: «Joaquín Brotóns, el poeta de la Mancha, cuyo «Reencuentro en el Sur», acoge esta entrega, lleva en su inquisitiva sensibilidad ante la belleza, todo un ancestro de mediterraneidad. Podía -debía- haber nacido en esas islas del Egeo, ¿Mikonos?, ¿Andros?, y en aquellos siglos de armoniosa cultura dionisíaca.

Desde sus primeros «Poemas para los muertos», hasta su último libro «La desnudez cómplice de los dioses, su hedonismo se recrea en una resonancia cavafiana de altos registros poéticos».

El catedrático de Lengua y Literatura, escritor y crítico literario, Rafael Llamazares, en su su tomo:»Poesía valdepeñera del siglo XX» (Valdepeñas, UNED, 1997. pp. 249-265 , en el estudio que dedica a Joaquín Brotons,  redacta sobre su libro «Reencuentro en el sur»: «… Reencuentro en el sur compendia a la perfección todas las virtualidades líricas de Joaquín Brotons. El encendido vitalismo que le arrastra sin remedio al goce de los sentidos y del alma en medio del placer sensual y de la belleza se malogra y se diluye en lo efímero y transitorio de la vida; y por eso, al final sólo quedan la soledad y el vacío más absolutos. Es el motivo fundamental a lo largo de toda la producción lírica de J. Brotons: el choque tremendo entre la realidad y el deseo; su actitud romántica ante la vida, ante el amor y ante la belleza. No ha conseguido ni en su vida ni en su creación poner en armonía y concordia sus sueños y sus ideales con la realidad de su entorno…Su máxima aspiración hubiera sido, como la de Rimbaud. «cambiar la vida»; pero es vano intento. De ahí la continua desazón, el eterno tormento; el convencimiento de que la vida no tiene sentido despojada del amor…»

También el profesor, poeta y crítico literario, Fernando José Carretero, licenciado en Filología Hispánica, escribió, en el nº 14 de la revista literaria: «El Cardo de Bronce», la siguiente reseña: «…»Reencuentro en el sur» es un libro sorprendente y capital en la producción lírica de nuestro poeta, en él nos deslumbra una poesía más personal, auténticamente sincera. En estas composiciones se nos revela libre de ese tono caváfico y Cernudiano, característico de sus últimas obras, sobre todo en el «Espejo de la belleza» y en «Poemas del amor ambiguo»…

 Asimismo, Manuel Moreno Díaz, licenciado en Filología Clásica por la Universidad Complutense de Madrid, poeta, crítico literario y  redactor jefe de la revista literaria castellano-manchega: «EL Cardo de Bronce», redactó, en el número monográfico 14,  que dicha revista dedicó al poeta Joaquín Brotóns, la siguiente reseña.»…Reencuentro en sur, cierra este libro, por ahora, el ciclo poético de Brotóns. Es un libro cargado de luminosidad mediterránea, un libro de amor, un canto a la entrega, a la noche, al mar. No olvidemos que los dos símbolos más frecuentes e importantes en la obra de Joaquín Brotóns son la noche y todas su criaturas, como la luna, las estrellas, y el mar, hermosa metáfora de la ansiedad amorosa, de la consumación del gozo, de la plenitud de las espumas. Poemas breves, como últimamente prefiere componer nuestro poeta, en los que vuelve a incidir en su hedonismo helénico, en su mediterraneidad, en su profunda sed de belleza y de entrega visceral».

Igualmente, el profesor de Lengua y Traducción española, en la Sapienza Universidad de Roma, Fernado Martínez de Carnero Calzada, en su estudio: «Reencuentro en el sur»: «El desafío al desamor o el amor más poderoso que la muerte», escribe, en el nº 14 de la revista literaria: «El Cardo de Bronce». «…Reencuentro en el sur no altera, no cambia al poeta. Pero al mismo tiempo comprendemos que algo sucede, que no todo permanece inalterado. Se trata de un sencillo cambio en la actitud del autor, o de la toma de consciencia de que un milagro acontece, de que muere el desamor aunque luego renazca: aparece la certeza del ciclo, el reconocimiento de la vida que se inmola en la muerte para luego renacer, la aparición de un amor más poderoso que la muerte…»

«…Cuando el poeta beba en la copa que simboliza los labios de su amante, éstos habrán adquirido la sustancialidad del mar, se habrán dejado contagiar por él, siendo por esto «marinero inmortal». Sólo así está permitido que el ciclo pueda reiniciarse. El poeta no teme al desamor porque es una muerte proseguida de una resurrección necesaria. Por esto invita a su amante a un nuevo ágape, al reinicio del ciclo que con hedonista reflexión se justifica ante la brevedad de la vida, ante la muerte física verdadera.»

Este libro tiene la siguiente dedicatoria, que pueden leer más abajo:»Para Valen», que era  el joven actor, Valentín Hidalgo Rubio, al que el poeta llamaba cariñosamente: «Valen», que fue el gran amor del vate Joaquín Brotóns.

Reencuentro en el sur I.

Recuerda mi voz
como el eco que se pierde
entre las crestas de las olas.Nadie te amará
como te amó el poeta.J.B.
Para Valen.

Sabía que vendrías, amor mío.
Y salí a recibirte
a la antigua estación
de la ciudad costera,
mediterránea.
Descendiste del tren,
adormecido, somnoliento,
pero en tus ojos
había un brillo especial,
la emoción del reencuentro.
Y te cubrí de amor.
Y nos amamos,
como en los dorados días
en que nuestros labios se unían
para morder la fruta
tersa y madura
de nuestro amor,
para beber el vino rojo
del ánfora de nuestra pasión singular.

Reencuentro en el sur II.

Bañé de perfumes y afeites
tu desnudo pecho
con sabor a dátiles y uvas
recién cortadas,
tu torso de oro y esmeraldas,
tu espalda alada
de arcángel-mariposa.
Y te besé
hasta que de tus labios
brotó un caudaloso río
de miel y canela,
hasta que mi boca
se embriagó con el néctar
de tu amor-fiebre.

Reencuentro en el sur III.

Acaricié tus finos
cabellos rubios,
tus bucles dorados
de efebo griego,
tus labios de piel
de manzana verde o sandía.
Y sentí un terrible escalofrío.
Era la voz del desamor,
el oscuro eco que cubre de hielo
mi corazón.
Y temeroso,
retiré mis manos del fuego-sexo,
para hundirlas
en las aguas de un estanque de cristal,
de un túnel-pozo de soledad.

Reencuentro en el sur IV.

Ceñí tu frente
con una corona de laurel,
de rosas, jazmín y alhelíes.
Y el perfume
fue tan fuerte,
tan intenso,
que borracho,
ebrio de amor,
me entregué
a tus deseos de cómplice.

Reencuentro en el sur V.

Llegaste al mar.
Y desnudo, virilmente…
lo penetraste
en la noche estrellada,
de color verde-rosa.
Y gozé y lloré contigo
el placer de aquel instante.

Reencuentro en el sur VI.

Rugía el mar. La luna llena
brillaba como las espuelas de plata
de un caballo negro
que galopase sobre nubes moradas
de fina escarcha.
Nos abrazamos,
casi desnudos
paseamos por la playa
hasta que aparecieron
las primeras barcas de pescadores.
Amor, cálido adolescente
bronceado por la luz del sur,
hijo primogénito del sol.
Hoy, desde mi soledad,
te recuerdo,
evoco con nostalgia
aquellas cálidas noches de estío
compartidas en gozosa camaradería.
Y levanto mi copa
para beber en tus labios salados
de marinero inmortal,
en tus ardientes labios
perfumados de nardos y biznagas.

Reencuentro en el sur VII.

Vamos, amor, amor mío,
dame tu mano, tu corazón,
y ven conmigo al ágape,
al festejo, al banquete.
La vida es tan breve,
tan fugaz y efímera.
Y el amor
tan intenso y poderoso.

LA DESNUDEZ COMPLICE DE LOS DIOSES. 1985.

La Diputación de Ciudad Real, en su  conocida colección: Biblioteca de Autores Manchegos, nº 23, publicó, en 1985, la antología de Joaquín Brotóns:»La desnudez cómplice de los dioses», que con selección  de poemas y estudio introductorio de Luis de Cañigral Cortés,  poeta, latinista, helenista, traductor de los poetas griegos: Cavafis, Ritsos, Elytis, Seferis, entre otros. Además de  catedrático y profesor titular de Filología Clásica de la Universidad de Castilla-La Mancha, en Ciudad Real, escribió en su estudio- prólogo:»…Después de seis libros de poesía editados con precisión de otoños, estamos en situación de hacer balance de la producción de Joaquín Brotóns. Es esta una antología que comprende incluso sus poesías últimas, inéditas aún y que aquí se engarzan con la línea maestra adoptada en las publicaciones postreras. Desde “Poemas para los muertos” de 1977 hasta “Poemas del amor ambiguo de 1984, Brotóns ha recorrido una larga trayectoria de depuración, de descubrimiento, de la contemplación, de deslumbramiento, “embriaguez” por la palabra y posterior elucubración sobre la belleza…». «…También la temática del rechazo de la sociedad, tan frecuente en Cavafis, sigue apareciendo en estos últimos versos de Brotóns, como reminiscencias de aquella primeras «Máscaras» del desamor, si bien ahora en el «hipócrita  carnaval de las máscaras sociales».

Y el prestigioso poeta Pablo García Baena (Premio Príncipe de Asturias de las Letras y Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana), tras la lectura de dicha antología, escribió: «…Rica,  viva, palpitante, es su poesía de la experiencia: el callejeo nocturno, la esquina cómplice, la cita dudosa entre amor y deseo, nos da un friso anacreóntico de esa Valdepeñas que imaginamos en este Octubre declinante, casi como bacante de morados racimos y pámpanas y labios en ofrenda…».

También, el filólogo, escritor, dramaturgo y crítico literario Pascual Antonio Beñó, que fue entrevistado por el periodista Fernando Ruiz, en su programa, «Una de estas noches»,  el 19 de noviembre de 1985, que realizaban en la desaparecida cadena: «Radio Sol», se manifestó Beño en éstos términos sobre la poesía de Joaquín Brotóns: » «Su poesía es una poesía que ha roto moldes con todo lo que se hacía  anteriormente en poesía en la provincia de Ciudad real, que era algo un tanto convencional y conservador. La poesía de Joaquín Brotóns es muy directa, muy valiente, algunas veces excesivamente valiente». «Su último libro, La desnudez cómplice de los dioses», me parece extraordinario; yo creo que Joaquín Brotóns ha ido avanzando y superándose  a sí mismo en cada libro, pero me quedo más con los últimos libros, que con los primeros».

«Como persona. Es muy humano, humanísimo, extraordinario con sus amigos, aunque él muchas veces quiera presentar un aire distante y snob, pero esto es sólo la figura de lejos, la de cerca es una figura muy humana y sincera, tiene una gran carga espiritual, mucha sensibilidad, muy amigo de sus amigos, y muy agradecido».

Asimismo, el catedrático y profesor titular de Literatura Española, en la Universidad Complutense de Madrid, Manuel Fernandez Nieto,  escribió, en el nº 14 de la revista literaria:»El Cardo de Bronce» la siguiente reseña al libro: «La desnudez cómplice de los dioses». «…La poesía de Joaquín Brotons nos ofrece a lo largo de sus versos la misteriosa unión de los momentos pasados, nuevamente vivos en el recuerdo. El tono intimista de algunos poemas es en realidad una reflexión sobre ideales del mundo clásico proyectados por su permanente universalidad, sobre el vivir cotidiano, en donde lo más elevado de  nuestro ser se muestra inclinado al amor , a la búsqueda de la belleza y, por último, a su posesión…»

«…La poesía de Joaquín Brotons convierte en seres humanos a los héroes míticos y sus señas de identificación y sentimientos son iguales a la propia experiencia. El deseo satisfecho o el inalcanzable lo muestra con toda su desnudez y fuerza. Joaquín crea en sus poemas un mundo de ensueño que más que una evasión de la realidad constituye un soporte de la vida rutinaria; leyendo sus versos nos invita a compartir esos mágicos instantes del poeta a la búsqueda del ideal…»

Igualmente, el filólogo, poeta y crítico literario, Luis García Pérez escribe en su estudio: «Aproximación a la poesía de Joaquín Brotons (y 3)», publicado en el diario de Ciudad Real: Lanza. «En la antología La desnudez cómplice de los dioses, se incluyen tres poemas inéditos que forman una unidad temática con Poemas del amor ambiguo. Son los que llevan por título: «El amigo», «Un muchacho de la calle» y «Fidelidad a la raíz». En los dos primeros vuelve a contemplarse ese canon de belleza griega encerrada en un muchacho, cuya descripción se lleva a cabo con esa agilidad verbal tan característica del poeta valdepeñero aprovechando elementos de la naturaleza que nos reflejan la culminación de la belleza masculina en la cima de su resplandor, «silueta desnuda» que ahora le inunda de nostalgia y de recuerdos. El mismo esquema estético se sigue en «Un muchacho de la calle», descripción- contemplación y tristeza final ante ese «destino-suicidio» que le espera. Finalmente contemplamos al poeta rodeado de una abismal soledad en su ciudad-isla, en la que se siente como un marinero sin barco en medio de un exilio en el que añora los cánones siempre soñados del clasicismo heleno y mediterráneo. La fidelidad a la tierra le produce ese sabor agridulce esquematizado en cuatro sustantivos auténticos: «naranja-cacao-ciruela-azúcar». Como puede apreciarse los términos de la naturaleza están perfectamente seleccionados y contribuyen de forma inequívoca a expresar la exquisita sensibilidad que rezuman estos poemas, así como estados de frustración ante el amor y la vida misma».

 

 

 

 

 

El amigo.

En una cálida isla,
entre acacias amarillas,
madreselvas,
violetas,
azucenas,
sauces,
amarantos,
palmeras y dunas,
descubrí su viril silueta desnuda,
su perfecta cabeza helénica
adornada de mirto,
laurel y pámpanos de vid.

Era él, el mismo muchacho
que había conocido
el verano anterior
en el “ghetto” de la ciudad costera.

Y recordé con nostalgia
aquellos deliciosos días
de sol y luz
junto al pecho adolescente de la playa.

Un muchacho en la calle.

Le conocía en la
plenitud de su adolescencia.

Era hermoso, sincero,
alegre, dulce, cariñoso.

Y en sus sensuales labios
florecía una sonrisa
clara, pura,
juvenil,
cálida, como una abrasadora
tarde del mes de julio.

Hoy, pasados los años,
le he encontrado
haciendo la carrera
en la esquina de la calle
Almirante.

Muchacho, siempre supe
que ese sería tu final,
pero hoy
he sentido pena
al verte en la calle
y una profunda tristeza
me ha embargado.

Qué cruel y triste destino-suicido
para tanta belleza.

Tú que pretendiste
conquistar el mundo.

Fidelidad a la raíz.

Poco a poco
te has ido quedando solo,
anclado
en el puerto de tu ciudad –destino,
aislado
en tu mediterráneo de viñas,
como un náufrago
que es empujado por la marea
a una desconocida y bella isla,
solitaria,
poblada de sombras…
O como un viejo marino
que espera volver a navegar,
surcar encrespadas olas
de agua-vidrio
transparente e incoloro,
penetrar mar adentro
hasta encontrar la oculta
y perdida ruta de los caballitos
y estrellas marinas.

Ya se han marchado
la mayoría de tus amigos
más queridos.

Y tú permaneces fiel a la raíz-tierra,
mordiendo
los ambiguos pezones
de naranja-cacao-ciruela-azúcar
del amor-desamor,
adormecido sobre las espaldas
de mármol blanco de un adonis pagano,
de un adolescente inexistente.

POEMAS DEL AMOR AMBIGUO. 1983.

«Poemas del amor ambiguo», que publicó la bella y original Colección: Hacia Afuera, nº 9, Valdepeñas, 1983, en una edición  artesanal y no venal,  limitada de 25 ejemplares para amigos, que fue impresa en la centenaria «Imprenta Casa Campos», en Valdepeñas.

Dicho libro lo reseñó, Manuel Moreno Díaz, Licenciado en Filología Clásica por la Universidad Complutense de Madrid, poeta, critico literario y redactor jefe de la revista literaria castellano-manchega «El Cardo de Bronce,» en el número 14 de la  citada revista, que   dedicó al poeta Joaquín Brotóns,  ese número mongráfico, en el que el antes nombrado, M. Moreno Díaz, redactó: «Este es el libro con más claras connotaciones helénicas, uno de los constantes influjos que ha recibido el poeta a lo largo de su trayectoria lírica. También es muy simbólica la cita con que empieza la obra: es uno de los últimos versos del último poema de L. Cernuda de su libro “Desolación de la Quimera”, otra de las geniales influencias que en su obra ha recibido Brotóns, todo ello nos ilumina y nos da las sucesivas claves de su poesía y de su simbología: la adolescencia ardiéndole en la sangre, la noche, la luna que fecunda los deseos, y el tiempo del amor. Joaquín Brotóns poeta del amor, de la ira, del grito y de la espuma».

También el catedrático de Lengua y Literatura, escritor y crítico literario, Rafael Llamazares, en su volumen: «Poesía valdepeñera del siglo XX». (Valdepeñas, 1997. UNED), en  el estudio dedicado a la obra de Joaquín Brotons redactó:»…Poemas del amor ambiguo continúa en el mundo de la sensualidad pagana; en la adoración de la belleza efébica; en el malditismo, en el rechazo de una sociedad que vive enmascarada en el desamor más cruel»…

Asimismo, el filólogo, profesor, poeta y crítico literario, Luis García Pérez, en su estudio: «Aproximación a la poesía de Joaquín Brotons (y 3)», escribió sobre el libro: «Poemas del amor ambiguo», en el diario de Ciudad Real y Castilla-La Mancha: «Lanza»-ver bibliografía-:» En este poemario de Joaquín Brotons incide de nuevo en el  mundo helénico de la belleza. El amor esta por encima de ese ambiente opresor de la ciudad y los amantes crean un mundo de ensoñación, un universo diferente expresado de forma gradual, por medio de sinónimos que contribuyen a intensificar este clímax de la pasión amorosa.

La recreación de un microcosmos exótico y deslumbrante, con frecuentes alusiones al mundo griego salpicado de silfos, hermes y efebos que descienden desde su particular Olimpo al mundo de la noche, temática que ya había aparecido en anteriores libros, vuelven a estar presentes en Poemas del amor ambiguo, si bien ahora desde una sintaxis canalizada a través de estructuras paralelas y acumulación caótica de términos casi siempre sinónimos dispuestos en gradación ascendente. De este modo, se produce en el poema un primer momento de descripción de la belleza del cuerpo masculino con profusión de adjetivos. Esta descripción fantástica del mito conduce a un segundo momento de hechizo y fascinación, de misterio y placentero encantamiento ante la contemplación de la belleza de ese ser maravilloso y especial. Después seguiría la posesión del objeto deseado, el instante libidinoso de la satisfacción erótica. Estos tres momentos tendrían mucho que ver con las vías de aproximación al Amado propios de la mística religiosa-contemplatio, iluminatio y unio- que tendrían ahora sus correlatos en el mundo pagano…»

Joven atleta.

Es un joven vulgar, muy de la calle,
pero tiene una belleza extraordinaria,
un erotismo excitante.
(He de confesar
que le tengo aprecio).
Y me apena su historia final.
Presiento que no tendrá valor
para aceptar su destino…,
que terminará, como tantos otros,
abrazados a un cuerpo frío,
no deseado,
compartiendo su oscura existencia
con un ser al que no ama,
camuflado en el hipócrita carnaval
de las máscaras sociales.

Belleza sureña.

Durante el día
vende helados y bebidas refrescantes
en un quiosco del paseo marítimo.
Y cuando el sol declina,
cansado,
agotado
extenuado,
vencido por la luz-espejo
de la luna de crines blancas
y labios de color verde pistacho…,
prostituye su joven
y hermoso cuerpo de Antínoo
a la puerta de una conocida y
elegante discoteca.

Sus ojos son negros,
de un extraño color negro azabache.

El cabello moreno,
ligeramente rizado,
ondulado por el sol,
las olas y el viento del sur.

Y la piel tersa, oscura,
africana,
cálida y ardiente
como la arena de la playa
que cada día pisan sus pies de
Hermes descalzo,
sus maravillosos pies de silfo.

Joquín Brotóns en su ciudad natal.

A Luis Antonio de Villena.

Son las horas
dudosas, inciertas
y frías de la madrugada.

Duerme la ciudad-isla.
Los últimos bares
han cerrado sus puertas.

Y triste y destruido,
derrotado,
solo,
borracho,
caminas pesadamente,
torpemente
por las largas y silenciosas
calles de la ciudad amada,
por plazas,
parques
y callejuelas
perfumadas de vino-mosto…,
que han sido testigos
de tus primeros escarceos sexuales
de adolescente desenfadado.

Es la misma ciudad-cuna,
el mismo ambiente
entrañable y frívolo,
pero ya
no son los años bellos,
jocosos,
alegres,
soñadores
y fraternales de la juventud.

Es una noche más
perdida entre las sombras
y la angustia de la ansiedad.

Una noche más
en la que no ha aparecido
el arcángel de alas rosáceas.

Una noche más
en la que el dorado vino
te ha embriagado de recuerdos.

EL ESPEJO DE LA BELLEZA. 1982.

 

«El espejo de la belleza», libro que publicó el Ayuntamiento de Valdepeñas, en su colección de Poesía: Juan Alcaide, en una edición de 500 ejemplares numerados del 1 al 500; poemario , que presentó en Madrid, en la Casa de Castilla-La Mancha, el reputado escritor Luis Antonio de Villena (Premio de la Crítica), que terminó su brillante intervención, diciendo las siguientes palabras: «…Joaquín Brotóns es verdaderamente un poeta, cosa frecuente de nombre y rarísima en la realidad».

El 26 de marzo , dicho libro fue presentado en la Casa de Cultura de Valdepeñas, acto que corrió a cargo de Luis de Cañigral Cortés, catedrático y profesor titular de Filología Clásica de la Universidad de Castilla- La Mancha, en Ciudad Real, y latinista, helenista y traductor al castellano (y a veces  al Latín) de poetas griegos como: Cavafis, Ritsos, Elytis y Seferis, entre otros. El citado profesor Cañigral, que fue uno de los primeros estudiosos de Brotóns,   «…comparó la poesía de J. Brotóns con la de Cavafis», en su brillante presentación.

El conocido y reputado poeta Luis García Montero (Premio  Nacional de Literatura y Premio de la Crítica), escribió: «…El espejo de la belleza me parece un libro serio, lleno de poesía; un ejemplo de que no hay que ser grandilocuente para hablar de la belleza. Lo importante es hablar del deseo, y su libro averigua en qué parte de la ciudad moderna está el actual deseo de la vida…»

Y Manuel Moreno Díaz, licenciado en Filología Clásica por la Universidad Complutense de Madrid, poeta, crítico literario y redactor jefe de la revista literaria castellano-manchega El Cardo de Bronce, en el número monográfico 14 de dicha revista, que dedicó a Joaquín Brotóns, en la que colaboraron más de 60 autores,  entre poetas, escritores, periodistas, filólogos, catedráticos y profesores de Universidad o de Instituto, entre otros, aunque cabe destacar los textos de los afamados poetas: Pablo García Baena (Premio Príncipe de Asturias de las Letras y Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana), Luis García Montero (Premio Nacional de Literatura y Premio de la Crítica), Carlos Murciano (Premio Nacional de Literatura), Vicente Núñez  y Luis Antonio de Villena (Premios de la Crítica).

Aquí, se transcribe la reseña al  libro «El espejo de la belleza»,  que redactó el citado Manuel Moreno Díaz, en la  ya nombrada revista literaria «El Cardo de Bronce.» «También debemos encuadrar ya esta y toda su obra posterior al nuevo acento cavafiano, de claras resonancias helenísticas. Su poesía se ve traspasada de más colorido esteticista, si bien observamos, comparándola con sus primeras obras, una cierta facilidad compositiva, si bien casi siempre resurgen los antiguos ecos, eso sí, de forma más tenue. La belleza tal vez sea el desesperado refugio, la única razón de vivir para quien tanto amó»

 El escritor y crítico José López Martínez, escribió en la conocida y prestigiada revista literaria: «Nueva Estafeta» «…Recordaba Luis Antonio de Villena el día de la presentación de este libro en Madrid, que Joaquín Brotóns es verdaderamente un poeta, cosa frecuente de nombre y rarísima en la realidad. Es un modo muy certero de calificar al autor de «El espejo de la belleza», título eminentemente clásico, como también señalaría el mencionado poeta y crítico, un título que nos anuncia algo tan armónico como la belleza misma, la cual se convierte en protagonista del poemario. Porque no hay otro norte en la andadura del poeta, sino la búsqueda de la belleza. Lo que sucede -y ahí radica el profundo drama del autor- es que Brotóns no busca la belleza en tópicos o utopías, en mundos artificiales, sino en la propia vida por la que transita a diario, en la armonía de los cuerpos, en la chispa incendiaria del amor, fenómeno que sitúa por encima de cualquier esquematización o prejuicio.

Asimismo, el escritor y crítico Raúl Carbonell Sala, en la revista: «Almud», redactó. …Joaquín Brotóns es quizás el más joven de los poetas manchegos, y también el más inesperado, contradictorio. Con la aparición de su primer libro suscitó escandalosos comentarios y posturas encontradas. Es un poeta que va decantado su trayectoria y que desde el primer título que era «Poemas para los muertos» se divisa su dirección hacia teorías estéticas neorománticas. Claramente definido en el último de sus libros publicados bajo el título de «El espejo de la belleza».

Igualmente, el crítico del diario: «El País», Mariano Aguirre,  comentó en dicho rotativo. «…Quinto libro de poemas de este joven autor valdepeñero empeñado una vez más en resucitar a Constantino Cavafis en cada una de las letras y de las pausas de sus versos. Más romántico, más desengañado, y más desamparado que nunca, Brotóns encabeza su obra con estos versos de Pier Paolo Pasolini: !Ah, mis pasiones reincidentes, obligadas a no tener residencia!

El catedrático de Lengua y Literatura, escritor y crítico literario, Rafael Llamazares en su su tomo: «Poesía valdepeñera del siglo XX» (Valdepeñas, 1997. UNED. pp. 249-265), en el estudio que dedica a la obra de Joaquín Brotons dice de su poemario: «El espejo de la belleza: «…El espejo de la belleza es un libro de signo optimista en su mayor parte. Como escribe Pedro A. González Moreno, este libro significa una honda transformación en la lírica de Joaquín Brotons «Desde su tiniebla interior, escribe, desde las sombras lunares y las corrosiones de su mundo íntimo Brotons ha derivado hacia la contemplación de la belleza y hacia una carnalidad resplandeciente que convierten este libro en una obra luminosa y solar, de vinculación al esteticismo, al venecianismo o culturalismo temático, y al cavafismo latente» (Conferencia en el Aula de Cultura, 1989)…. Así pues «El espejo de la belleza es rico en variedad de matices, siempre dentro de sus ejes temáticos, la belleza y el amor. Deslumbramiento, dichoso ante la esplendente belleza de los cuerpos y las posibilidades liberadoras de la pasión amorosa en todo su fuego frenético; pero también desilusionante fracaso ante la imposibilidad de conquistar la plena felicidad; y la imposición urgente de las raíces que apartan al poeta de mundos soñados de paganía, anacrónicos, y quizá nunca vigentes…

…»Formalmente «El espejo de la belleza» es un alarde impresionante de creación poética. Quiero traer aquí las definitivas palabras de Pedro A. González Moreno en su espléndida conferencia en el Aula de Cultura de Valdepeñas el día 27 de octubre de 1990. Se refiere a la expresión del libro; y escribe.» un vocabulario más rico en matices ornamentales. El verso se engalana con elementos del mundo mineral e incrustaciones de pedrería: mármoles, jade, malaquita, alabastros, esmeraldas, zafiros, rubíes; elementos del mundo vegetal: rosas, cocos, cerezas, lilas, azahares; elementos del mundo animal: gacelas,  corceles, golondrinas, en sustitución de las alimañas voraces y depredadoras de anteriores libros. El lenguaje adquiere un rico frenesí, una arrolladora fuerza». El crítico acierta plenamente. Yo sólo añadiré que esa identificación de fondo y forma dan fe de la autenticidad de la creación lírica de Joaquín Brotons.

 

 

 

Personaje incógnito.

Pasa modelos
y posa para pintores y fotógrafos.

Conoce bien
la tenue luz
de las suntuosas alcobas
y el olor a fresas
de las lujosas camas
donde su deseo y el placer se citan.

Sus labios de sándalo y membrillo,
de pomelo, nata,
miel, limón, piña,
duermen
en la lechosa y dorada arena de las playas,
entre eucaliptos,
jazmines,
adelfas,
jacintos,
narcisos,
tulipanes y magnolios.

Es un personaje incógnito de la noche,
un Apolo-alado,
una escultura en oro
posada sobre su esplendorosa cuadriga
de platino y alabastro,
cortejada por un coro de Arcángeles y hadas,
de faunos y ninfas.

El dios de las estrellas.

Conoce su hermosura
y se jacta de ella ostentosamente.
Un cuerpo de coral y perlas,
de esmeraldas y rubíes,
divino,
flexible,
majestuoso,
mundano…,
ungido con incienso y champagne,
concebido
con sofisticados diamantes negros
y piedras de sol y de luna.
Un ápice de coquetería
asoma a su forma de ser y de vestir.
Es una belleza digna
de ser ofrecida a los dioses,
sacrificada en el altar de mármol rosa
del planeta Venus.

Impecable belleza del ayer.

Serían las dos de la madrugada
cuando abandonamos el equívoco cafetín.

El calor era pegajoso,
casi insoportable.

Y el sudor se ceñía a nuestras ropas.

Tomamos un taxi
y nos perdimos en un hotelucho
de los suburbios.

Dos horas más tarde
dejábamos el desconocido lecho.

Después,
ya no le he vuelto a ver.

Me han comentado
que sigue visitando los burdeles,
y que su impecable torso
ya no es el mismo;
está manchado por el tiempo.

Amor en la playa.

Al filo de la medianoche
nos encontramos en el barrio del puerto,
en la taberna de los marineros.

Septiembre
invitaba a respirar la brisa nocturna,
con sabor a sal
y rumor de caracolas lejanas.

Y en la playa un grupo de jóvenes
se bañaban desnudos.

Subimos al apartamento.
(Su cuerpo era bellísimo).

Nos abrazamos en la penumbra.
Una lágrima rodó por su mejilla y
humedeció mi rostro.
Era tanta la emoción contenida,
tanto el deseo insatisfecho.

Autorretrato.

Sales a la calle. Necesitas vivir,
gozar, soñar, respirar.

Y entras en algún disco-bar o pub
o en las viejas tascas.

Allí, a solas con tu vida,
con tus recuerdos…,
apoyado en la barra,
entre el humo de los cigarrillos,
el murmullo de la gente,
la música del tocadiscos y
las botellas y copas
que contienen los bellos licores,
contemplas la belleza exótica,
encantadora,
deliciosa,
cálida,
mágica,
griega,
fascinante,
embrujada por un halo de misterio.

Allí, en ese submundo
irreal y fantástico
adoras
y
admiras
los jóvenes cuerpos atléticos
que pasan o se detienen a tu lado.

Hasta que, avanzada la noche,
con excesivo alcohol en la sangre,
y los nervios destrozados
(roto y sin amor),
aceptas irte a dormir a casa
o pasear tu soledad
hasta el amenecer
por las conocidas calles
de la ciudad desértica.

LA SOLEDAD DE LA LUNA. 1980.

«La soledad de la luna», libro publicado por la colección: Libros «DU0″/Poesía/10, Madrid, 1980, cuya foto de portada es del fotógrafo Carlos Tarancón, poemario, que fue presentado por el escritor Carlos Murciano (Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil y Premio Nacional de Poesía),  en Madrid, en la «Librería Futuro», el 6 de febrero de 1981. Tiempo después, fue presentado por José Hierro (Premio Cervantes), en la Casa de Cultura de Valdepeñas, el 6 de marzo de 1981, en la que el citado Premio Cervantes,  dijo: «…Es una poesía de testimonio interior, y una poesía de signo romántico. Es romántica porque es una poesía del desengaño, es una poesía de desencanto. Yo no he visto persona más huidiza que Joaquín Brotóns en su poesía. No he visto un ser más tierno, más sentimental, más desamparado que J. Brotóns en su poesía. Es un poeta romántico de hoy, naturalmente, y nadie crea que esto tiene unas significaciones esproncerianas o becquerianas , ni mucho menos, un poeta romántico en el sentido de que cree en su propio «Yo», de que ve la realidad como algo adverso, de que cree en el destino…». El texto completo lo pueden leer en «Opiniones y Criticas».

Manuel Moreno Díaz, licenciado en Filología Clásica por la Universidad Complutense de Madrid, poeta, crítico literario y redactor jefe de la revista literaria  castellano-manchega»El Cardo de Bronce», reseñó el libro «La Soledad de la luna», en el nº 14 de dicha revista, número monográfico dedicado al poeta Joaquín Brotóns, en el que redactó :»Es en su cuarto libro, «La soledad de la luna», cuando podemos hablar de cierto cambio, renovación en su lírica. En «la soledad de la luna» son más patentes las frases cavafianas; los símbolos nos son ya familiares, pero aquí aparecen enriquecidos por la luz del recuerdo y de la entrega en el silencio. Si bien el recuerdo también es la impotencia del deseo, con la madurez se va tiñendo de melancolía y de serenidad. No cabe duda que las lágrimas de nuestro poeta han acabado fecundando el crepúsculo».

Francisco García Pavón, escritor y prestigioso novelista (Premio Nadal), escribió de forma manuscrita -y con su característica tinta de color verde-  al dorso de su tarjeta de visita-no tiene fecha-:»Muchas gracias por tu «Soledad», tal vez, la mayor de tus soledades por cierto patetismo y su enorme sensibilidad de gran poeta. Enhorabuena. Y un abrazo, Paco.»

El catedrático de Lengua y Literatura, escritor y crítico literario, Rafael Llamazares, en su tomo: «Poesía valdepeñera del siglo XX» 1997. Valdepeñas. UNED. pp. 249-265), en el estudio que dedica a la poesía de Joaquín Brotons dice de: «La soledad de la luna»: «…La soledad de la luna, en dicho libro el desencanto provocado por lo efímero del amor real cantado en el tercer libro de J. Brotons, arroja a este a la soledad. El poeta desengañado se refugia en sí mismo. El ensimismamiento, la soledad le empujan cada vez más con más fuerza al aislamiento en los sueños. En el aislamiento el poeta adopta como compañía y confidente a la luna. La luna fría, solitaria, será el único testigo de las noches y los días solitarios del poeta. Cuando esté solo, la luna se entrará en su habitación y le tenderá su mano amiga; intentará consolarle…

En resumen. El poeta, roto su amor, se concentra en sí mismo, en su soledad; y halla refugio en la luna, en el astro solitario. Con la nueva compañía sigue soñando su viejo amor frustrado; y sigue anhelando los resplandores y los fuegos de la belleza».

También, Pablo César Moya, catedrático y profesor de Literatura en el: «Instituto Bernardo de Balbuena», escribe en su estudio: «El ambiguo destino de Tantalo» (Notas sobre la poesía de Joaquín Brotons), que vio la luz en el nº 14 (monográfico), que la revista literaria: «El Cardo de Bronce» dedicó a J. Brotons. «…Múltiples poemas de Brotons son ofrendas a Apolo, incluso en este libro de desengaño radical que es La soledad de la luna, un libro que se construye a partir de la expulsión del Paraíso, del momento en que la belleza se hace «un rayo de luna» becqueriano y permanecen sólo los recuerdos, «los días terribles» o la «distancia entre la sombra y la luna». El dios se encarna en figuras terrenas: cuerpos jóvenes, desnudos, «apolos-alados» de «cabellos rubios», de labios de sándalo; bellas jóvenes de «dorados senos», de piel sedosa. Su mundo se puebla de frutas y jazmines, de  ninfas, de esculturas griegas. Dionisos, en cambio, es el deseo, los labios ardientes, los caballos pura sangre, el sexo desbocado, el instinto, la incitación al placer y a la atracción de la carne…»

 

 

Fragmentos del recuerdo.

Hace varios meses
volví a la vieja pensión de la ciudad
donde hicimos el amor,
al mismo número de habitación.

Todo permanecía igual.

La vieja cama de madera, la mesita de noche
con el cristal roto en un pico,
la lámpara (sin luz)…, como aquella noche fría,
el destartalado armario y su espejo picado,
sucio y enmohecido por el paso de los años.

Aquel espejo
donde contemplé por primera vez
tu joven belleza.

Intenté leer, dormir.
Pero los recuerdos se agolpaban en mi soledad.

Apenas pude conciliar el sueño. Decidí abandonar
aquel cuarto de paredes pintadas de amarillo
y cortinas rojas.

Al salir escribí tu nombre
sobre el vaho del espejo del lavabo.

Qué distinto era todo sin tí,
sin tu agradable compañía desinteresada,
natural,
espontánea.

Aquella noche.

Aquella noche,
decidimos romper en mil trozos
nuestro idilio,
nuestro pasado de sueños,
realidades y esperanzas,
partir con las manos
el viejo espejo de rostros y sombras mudas…
donde tantas veces nos contemplamos,
sin máscaras de papel pintado,
frente a frente.

Bajamos las escaleras,
en el último peldaño nos detuvimos un instante,
allí nos despedimos,
el deseo,
la emoción de aquel interminable adiós
nos puso tristes.

Hacía frío, mucho frío,
creo que los amantes tiritaban en sus lechos,
temblaban como niños asustados,
como criaturas poseídas por el miedo.
Hacía frío, mucho frío. ¿Recuerdas?

Ha pasado demasiado tiempo.

Ha pasado demasiado tiempo.
Pero el recuerdo se mantiene vivo,
fresco como aquel día,
como aquella tarde del mes de agosto.

Era verano…,
la cal ardía en las calles del pueblo,
el sol
caía sin piedad
sobre nuestros jóvenes cuerpos.

Nos amamos sobre el viejo diván rojo,
sobre los almohadones del sofá de nuestra juventud.

Teníamos diecisiete años. Creo que éramos
demasiado jóvenes para un amor sincero.

AMOR, DESEO Y DESENCANTO. 1979

» Amor, deseo y desencanto», publicado por Carlos Carballo, editor, en Ediciones: Participación, Madrid, 1979, con ilustración de portada del pintor Oscar Benedí,  libro que  presentó en Madrid, en la «Librería Futuro», el escritor Carlos Murciano (Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, y Premio Nacional de Poesía), que  dijo: «… Claro que la impudicia de nuestro poeta viene velada por su devoción a la belleza que, si entendida a su aire, con los vaivenes propios de su zarandeando sentir, no deja de servirle de freno, y eso gana su poesía, que incita reiteradamente al amor a los hermosos cuerpos adolescentes, que se alza en plenitud hedonística , pero que, en determinado instante , se detiene a proclamar su condición de hombre con los demás, de poeta entero.

La erótica de Brotóns -y nombro la palabra por primera vez- se arropa en una sencillez, en una expresión directa nunca descarnada, o en un jugoso metamorfismo subyugante…». Dicho texto, lo publicó ampliado su autor, en la revista «Nueva Estafeta», Madrid, en el nº 38, Enero de 1982.

También escribió, en la revista literaria  de Ciudad Real:»Manxa», en el nº 12, febrero  de 1980,  Pascual Antonio Beño Galiana, licenciado en Filología y Letras, en la especialidad de Filología Hispánica, poeta, dramaturgo, narrador, ensayista, periodista y crítico literario, que redactó: «…Salvando las distancias, podría decir de Brotóns lo que Federico García Lorca dijera de la obra de Cernuda, allá por 1936: «Me ha vencido con su perfección sin mácula, con su amorosa agonía encadenada, con su ira y sus piedras de sombra». Porque el poemario de Brotóns irrumpe con fuerza, abandona campos trillados, lugares comunes, corsés, hasta introducirnos en una poesía personalmente lírica y en algunos aspectos -como debe ser-, comprometida y comprometedora. Todo es pertinente en la lírica de Brotóns y, al mismo tiempo, inserto en la autenticidad. Por eso nos llegan tan claras y conmovedoras sus vibraciones…»

Y Manuel Moreno Díaz, licenciado en Filología Clásica por la Universidad Complutense de Madrid, poeta, crítico literario y redactor jefe de la revista literaria castellano-manchega» El Cardo de Bronce», reseñó «Amor, deseo y desencanto», en el nº 14 de dicha revista, en la que redactó:  «El título de su tercer libro también nos remite a la lírica cernudiana, de la que nuestro autor, creemos, es heredero. Una rica simbología ilumina esta obra, simbología de claros acentos neorrománticos; la luna y el amor, una vez más son símbolos de abismo insalvable entre el deseo y la realidad, el desencanto. Antójasenos  este libro como un himno al olvido, a la soledad del que mucho amó, a la entrega emocionada. También aparece aquí, como en sus entregas anteriores, su particular bestiario, reflejo siempre de una sociedad hipócrita, superficial, («La gloria del poeta», de L. Cernuda).»

Asimismo, Francisco Mena Cantero,  licenciado en Filología y Letras, poeta, narrador, ensayista y colaborador asiduo del diario:»ABC», en su edición de Sevilla. También es colaborador y exigente crítico literario del diario de Ciudad Real: Lanza, en el que escribió, en la edición del 24/11/79, la siguiente reseña al libro: «Amor, deseo y desencanto», de Joaquín Brotóns. «…Va en busca de la almendra conceptual. El contenido le arrastra apresuradamente por el sendero del verso y, éso sí, dice lo que quiere claramente, sin embajes, sin trabas y ésto, ciertamente, es una virtud que destacamos en el poeta.

Este volumen es, pues un libro interesante, de voz recia y existencial. Tercero dentro de la obra de Brotóns, que mantiene una notable altura lírica entre los poetas de su generación».

Igualmente, Luis de Cañigral Cortés, Catedrático y profesor titular de Filología Clásica de la Universidad de Castilla-La Mancha, en Ciudad Real. Además es poeta latinista, helenista y traductor, que ha traducido al Castellano (y a veces al  Latín ) a los poetas: Cavafis,  Ritsos, Elytis, Seferis, entre otros, escribió, en su estudio sobre «Amor, deseo y desencanto», publicado en el nº 2 de la «Revista de Estudios de La Mancha: Almud», Ciudad Real, 1980, la siguiente reseña: «…La inquisición en el tema de sus vivencias -sus poemas son, pienso, retazos de la vida, en sus poemas-amores deja jirones de su corazón y destila versos de amargura -da como resultado los poemas que nos poetizan la vida. No es Brotóns cantor teótico, paradigmático de sentimientos. Es poeta de vida vivida…»

La crítica literaria María Dolores Escudero, en el nº 0 la revista «Onzevaras», de Madrid, 1986, reseñó: «Amor, deseo  y desencanto», en la que redactó: «…Me parece Brotóns un hombre  ante todo sensible; quiero decir  que me parece una de esas personas, para las cuales nada de lo que sucede a su alrededor pasa inadvertido. Y así debe ser en poesía.
Sus versos son fáciles, y parece claro que quiere mostrarse tal como es, sin más metáforas ni simbolismos. Nada que encubrir, y casi , nada que adornar…»

El catedrático de Lengua y Literatura, escritor y crítico literario, Rafael Llamazares, en su volumen: «Poesía valdepeñera del siglo XX». (Valdepeñas,  1997. UNED. pp. 249-265), en su estudio sobre la obra de Joaquín Brotons redacta: «…En «Amor, deseo y desencanto», continúa el amor, tema central en la poesía de J. Brotons. Pero en este tercer libro ya no se trata de un amor abstracto sino real que por primera vez aparece en la vida del poeta. Por eso, «Amor, deseo y desencanto» marca muy claramente una segunda etapa en la trayectoria poética de Brotons. Es en este libro donde la poesía refleja con mayor precisión la circunstancia vital y personal de la existencia del poeta. Miguel Peñasco, amigo íntimo de Joaquín, señala con acierto «un cambio total en el tono de su poesía» (Conferencia en el Aula de Cultura, año 1988?). Adquiere ésta en gran parte del libro unos matices nuevos de optimismo y de satisfacción.  Y es que «el amor ha vencido al desamor». Evidentemente ello constituye una nueva etapa en el quehacer lírico de Joaquín…»

…»Amor, deseo y desencanto», aunque con notas comunes a los dos libros anteriores, significa, como ya indiqué antes, un cambio importante en la evolución poética de Joaquín Brotons. Su poesía es reflejo de un amor real en su vida; un amor que resulta efímero; y en consecuencia, en aras del desengaño, del desencanto, lo lanza hacia mundos soñados de soledad y de belleza. En estos mundos se refugiará para su creación de los libros posteriores».

 

Poema abstracto del pasado…
sin rostro.

Permanecimos abrazados en el lecho,
envueltos en el manto verde de una bella noche de verano.

Nos amamos emocionadamente…,
placenteramente gozamos el amor de nuestros cuerpos puros,
juveniles.
Sus ojos brillaban en la claridad de la noche.
Aún recuerdo el olor penetrante de su cuerpo desnudo,
de su piel rosada…,
el calor de sus labios sobre mi boca.

La playa solitaria, abandonada.

La playa solitaria,
abandonada por las lenguas finas y doradas de las olas.

Tú y yo, solos en la noche,
solos en la penumbra del amor,
en la oscuridad tenebrosa del deseo,
abrazados a un cuerpo mineral y transparente,
acariciándonos sobre el dulce lecho de la arena caliente,
resguardándonos,
ocultándonos…,
escondiento nuestras bocas deseosas a los labios
acechantes -ojos de la luna-
y a la blanca y reluciente dentadura de la noche.

Tú y yo, contemplando el mar y su grandiosidad
de misterioso poder,
admirando su fogosidad amorosa de joven adolescente,
de caballo desbocado y salvaje.

Tú y yo, amantes del deseo más gozoso,
amantes de las estrellas del Universo,
de la pálida luna de cuerpo triste y miembros de sombra y frío.

Tú y yo, solos…,
solos en la vida,
en la muerte, en la eternidad…,
levantando sobra la raza humana,
sobre los cimientos del amor,
estatuas de sal, plomo y fuego incasdencente,

Clavando en la cima de la roca,
en la blanca montaña del amor…
la bandera de la libertad.

LAS MASCARAS DEL DESAMOR. 1978

«Las máscaras del desamor», libro que editó: Casa Campos, Valdepeñas, 1978, cuyos dibujos, que ilustran el poemario son del pintor Vicente Nello, y el texto de las solapas-aunque no tiene firma- es del  excelente escritor valenciano Raúl Carbonell Sala, que por aquellos años vivía en Valdepeñas. El autor del  prólogo de dicho libro, es el gran poeta gallego, Celso Emilio Ferreiro, que, en su introducción, titulada: «Unas pocas palabras previas», escribió: «…Joaquín Brotóns Peñasco, joven poeta que, pese a su juventud, supo aprender o mejor, aprehender, asiéndolo por las partes más humanas, es decir, menos puras, el impúdico secreto del amor que todos llevamos dentro en el laberinto de la sangre, pero que solamente unos pocos han sabido descifrar…al llegar a viejos. Porque Brotóns sabe, sin que lo hubiera estudiado en los libros, que, por encima de todo, la poesía es una manera de compadecer (padecer con los demás, y con uno mismo, los designios del hombre como tal hombre y no del hombre como tal yo). Brotóns ha inventado (que es tanto como decir que ha descubierto en su propia carne), el misterio de la carne hecha verbo, y no al revés, como los poetas puros y teologales prefieren. Y con su carne transubstanciada en verbo fustiga el tiempo, el suyo y el de los otros, en un intento de cambiar la realidad  de todos, para que la realidad , para que la realidad no sea una injuria premeditada. Y al decir realidad, que conste, le pongo unas comillas mentales a la palabra, para que -como pedía Nobokoy- quería decir algo. Como yo no soy un poeta»poetimensor», no voy a medir aquí -Dios me libre de tamaña erudición – la estatura lírica de Brotóns. Entiendo que ya está más que medida en las hermosas páginas de su libro y que, en definitiva, es el lector quien debe mensurarla según su leal saber y entender. Para terminar quisiera decir que, en efecto, el hombre no es nada comparado con el infinito; pero ha sabido descubrir el infinito. Así los poetas auténticos-Joaquín Brotóns entre ellos- quizás sean muy poco al lado de la grandiosidad poética, pero han sabido descubrirla  y contarnos su extraordinaria aventura».

El ilustre Francisco Nieva, dramaturgo, escenógrafo, director de escena, narrador, ensayista y dibujante (Premio Príncipe de Asturias de las Letras y Académico de la «Real Academia Española»), que presentó en Madrid, en la Casa de La Mancha, el 16-2-79, dicho libro, dijo: «…Joaquín Brotóns, el autor de las Máscaras del desamor,  es un poeta audaz y comprometido con sus propias ideas, el cual, se ha despegado del tradicionalismo poético, para alumbrar nuevas parcelas de la creatividad lírica. Joaquín Brotóns es uno de los valores más interesantes de la joven literatura manchega actual…»

También  la crítica, Concha García Valbuena, en el nº 7 (julio) de la revista literaria:»Colección de autores Nuevos», de Madrid, 1977, redactó: «…Edición muy cuidada con ilustraciones de V. Nello. Este segundo libro editado de Joaquín Brotóns que va prologado por Celso Emilio Ferreiro, es una perspectiva de los sentimientos amorosos pasados por la tinta de este joven castellano. Por la tinta, con suavidad.

Leemos amor desamor, que si implican tristeza, nostalgia y sueño, aquí aparecen con dinámica de una idea central que es la sensualidad envolviendo cada imagen; y es que aquí, la palabra además de ser sueño, es también, carne…»

Asimismo, el profesor universitario Luis de Cañigral, en la presentación del libro en la Casa de Cultura de Valdepeñas, dijo: «…La poesía de Brotóns es espontánea, nada decadente, vigorosa, más que voz es grito. Expresa, en una palabra un sentimiento, más que un lirismo dulzón.

Dentro de la unidad temática: amor, desamor, muerte, cuyo canto, ha hecho en sus dos primeras obras, Brotóns busca la rotundidad, con cierta reminiscencia de Cernuda, pero con una personalidad, característica que, indudablemente le categoriza como uno de los poetas jóvenes, libre de toda atadura, más completo…»

(Diario de Ciudad Real, «Lanza», 20/1/1979).

Y Manuel  Moreno Díaz, licenciado en Filología Clásica por la Universidad Complutense de Madrid, poeta, crítico literario y redactor jefe de la revista literaria castellano-manchega «El Cardo de Bronce», en el nº 14  de dicha revista, número monográfico dedicado al poeta Joaquín Brotóns, escribió la siguiente reseña: «En esta, su segunda entrega, Joaquín Brotóns profundiza en sus propios recuerdos, en los estratos de su sangre, en el hermoso, pero oscuro reino del amor. Es una continuación conceptual y lírica de su primera obra, es un sumergirse en los abismos del deseo, condenado a la nada. El amor es un amanecer a la desnudez, a la soledad. En este libro abunda ya lo que podríamos llamar su metapoesía, su plena conciencia creativa y dolorosa, tal vez sus versos más rotundos».

Francisco Nieva, dramaturgo, escritor y catedrático en la Real Escuela de Arte Dramático y Danza de Madrid, en carta manuscrita- fechada el 5-12-1978- a Joaquín Brotóns, redactó: » Recibe mi más cordial felicitación por tu libro: «Las máscaras del desamor» y también mis mejores deseos para estas navidades. Nos veremos en enero, como convenido, Abrazos de Francisco Nieva».

Francisco García Pavón (Premio Nadal), reputado novelista, en carta manuscrita -fechada el 13-XI-1978- escribió a Joaquín Brotóns: «Muchísimas gracias por «Las máscaras del Desamor», que he leído de un tirón y con el gozo de ver que en La Mancha tenemos otro gran poeta. Mis más sincera felicitación…»

El catedrático de Lengua y literatura, escritor y crítico literario, Rafael Llamazares en su tomo: «Poesía valdepeñera del siglo XX» (1997. Valdepeñas, UNED. pp. 249-265) hace la siguiente reseña al libro de Brotons:»Las máscaras del desamor»…»Este libro, sobre todo en su comienzos, continúa la línea iniciada en «Poemas para los muertos». Como escribe Celso Emilio Ferreiro en el prólogo, para Joaquín Brotons «la poesía es una manera de compadecer (padecer con los demás), y con uno mismo, los designios del hombre como tal hombre y no del hombre como tal yo/». Según ello, vemos que «perviven aún reminiscencias mesiánicas», como indica Pedro A. González Moreno (id, p. 184). Pero además comienza «comienza a cristalizar una nueva visión ética y estética del  mundo, una visión tardo-helénica que individualizará la pasión  de J. Brotons dentro de la lírica manchega. Frente al compromiso humanitario de poemas anteriores, al poeta ahora van a preocuparle los placeres carnales, y una sensibilidad liberada de prejuicios va a convertirse en protagonista indiscutible. Un ferviente paganismo impregna cada verso, y la belleza corporal se transforma en un culto, en una religión dionisíaca» (id, p, 184).

 

Himno a la melancolía.

A Raúl Carbonell

Poeta, levanta tus brazos suplicantes,
tus manos sagradas, tu cara triste
de viejo muñeco de trapo que llora arrinconado en el desván,
en la sucia galería de la casa donde amorosamente duermen los juguetes,
los amarillentos retratos de la infancia,
en el baúl cubierto por la alfombra de polvo, donde escondes tímidamente el caballo de cartón,
la espada de madera rota por el tiempo,
donde el lacre del recuerdo precinta tus primeros poemas.

Poeta, levanta tus ojos y mira al cielo destrozado,
mira el sol, las estrellas, las noches de luna llena,
mira la nube negra, oscura, amenazadora, llena de malos presagios que
se descuelga como el péndulo de un viejo reloj de pared sobre la tierra;
mira el hombre,
fija tu mirada profunda en él,
en tu hermano,
en el compañero que a diario es despedazado por los chacales…;
mira el niño, el afebo alimentándose de los despojos de la humanidad,
de la fruta podrida que da su propia sangre,
de la manzana carcomida por el gusano.

Poeta, baja de tu pedestal de dios, de tu púlpito, de tu escaparate;
no sirvas más de maniquí, de fría figura de mármol y piedra mitológica:
abandona la gloria del verso, la espada sin filo, lo rosa sin aroma, la flor
de lis, el canto en solitario que a nadie llega.
Deja todo ese montón de cosas frías y ven a vivir con el hombre,
a formar una gran familia de gargantas
a entonar abrazos un victorioso himno a la melancolía,
a la propia tristeza de la vida que suda leche amarga y agria.

Poeta, apresa la paloma en pleno vuelo,
la palabra en su nido de seda,
la pureza en su plenitud,
el laurel en su árbol,
el amor.
Apresa el amor que mece tiernamente, dulcemente, nuestro idilio de aves libres,
que no se escape, poeta, entre tus dedos delicados el amor,
que no sea pasto de los descorazonados;
apresa todo lo hermoso y floreciente, lo auténtico
lo que nace y muere junto a los pies de
cada hombre.

Poeta, baja de las tinieblas grises que separan tu estancia, y cruza el
foso de caimanes que maltratan y atemorizan a tu hermano;
abandona tu carroza de flores serpenteantes,
tus bellos y ligeros corceles voladores,
tus viriles potros pura sangre…,
abandona todo lo que te une a la sociedad máscara, lo que te ata a la cadena,
el eslabón que cierra el collar,
el cerrojo que chilla detrás de la prisión oscura y negra y ven a vivir
con el hombre,
a cantar a la libertad del hombre.
Tienes que poner tu honrada voz a hervir en el caldero de la justicia;
tu desmesurado corazón,
tu alma de gigante, de monstruo amoroso, tienes que ponerlo al servicio de tu hermano el hombre,
ofrecérselo en el altar de los sacrificios,
en el gran coro de voces sordas, de voces que nadie escucha, nadie.
Nadie escucha la voz del poeta puro que se filtra entre las ventanas,
por los cristales rotos del infierno,
por las calumniadas puertas de la verdad.
Tienes que levantar tus manos, tus brazos, tu cara triste de viejo muñeco de trapo y mirar al cielo destrozado…,
implorar, suplicar, gritar con ese gran coro de ecos suplicantes,
con esta gran familia de gargantas, el himno a la melancolía,
la canción de la tristeza,
el poema rabioso y desesperado,
para que nuestras voces revienten sus oidos sordos e insensibles,
para que nuestros gritos y estruendos golpeen la noche, las montañas, las constelaciones;
para que nuestros aullidos desparramados por el Universo hagan
salar sus tímpanos de bestias;
para que sientan en su propia carne…,
en su propio corazón el dolor y la miseria de su hermano el hombre…

POEMAS PARA LOS MUERTOS. 1977

«Poemas para los muertos,» publicado por: Castellana, Artes Gráficas,  La Solana (Ciudad Real), 1977, cuyos dibujos, que ilustran los poemas y el retrato de contraportada del autor del libro,  son de el pintor Miguel Mejía Ramos, edición que lleva un prólogo del poeta  valdepeñero, Antonio Ruiz López de Lerma, y el texto de las solapas de dicho libro es del escritor valenciano, Raúl Carbonell Sala, que, por aquella época, vivía en Valdepeñas, donde escribió una gran parte de su amplia y excelente obra: Poesía, novela, teatro…; obra, que, con el paso de los años, ha tenido el gran reconocimiento que tanto merecía, dado que, actualmente, es considerado uno de los mejores escritores  vivos valencianos, que con su novela:»El siglo de los artistas», fue galardonado con el prestigioso «Premio Valencia de Novela». Además, en su pueblo natal: Cárcer (Valencia), el Ayuntamiento ha tenido el fino y delicado detalle de poner su nombre a la nueva Casa de Cultura.   

De «Poemas para los muertos», escribió el escritor, poeta, periodista y crítico literario,  José López Martínez, en «La estafeta literaria», Madrid, en el nº 631, marzo  de 1978,  una reseña crítica, en la que redactaba: «…Poemas para los muertos es un libro árido, esquinado, agrio, no apto para paladares apacibles. Pero libro de soterradas corrientes de agua viva, amorosa, saltarina. Poemario que irrumple con fuerza en medio de la poesía bien construida y amanerada que hoy se está escribiendo en la Mancha, donde todavía los poetas mantienen abscisas muy próximas a lo estereotipado. La Mancha y la vida que siente Joaquín Brotóns Peñasco está preñada del dolor  y la agonía de esta hora, por  su latente desamor, por el desconcierto que a todos nos abruma…».

También el poeta, narrador, ensayista  y crítico literario,  Nicolás del Hierro, escribió, en el diario de Ciudad Real: Lanza, el 2/5/78 «…Joaquín Brotóns es un poeta de realidades, pero de realidades dolientes. Y las canta, las hace cimiento de su obra, raíz, para elevar sobre el edificio o el árbol de su humana arquitectura, donde, mirando hacia el futuro, puede habitar distintamente  a como lo hace ahora, el hombre y el pájaro. Es decir, le duele la realidad, la realidad pasada y presente, porque descubre en ella un elevadísimo tanto por ciento de desamor -desamor enmascarado, muchas veces-, que muerde la sensibilidad del ente-poeta, y busca la metamorfosis  a través de su poesía…»

Y Manuel Moreno Díaz, licenciado en Filología clásica por la Universidad de Madrid, poeta, crítico literario y redactor jefe de la revista literaria castellano-manchega El Cardo de Bronce, escribió en el nº 14, que dicha revista dedicó  exclusivamente a Joquín Brotóns, la siguiente reseña, en su estudio sobre la poesía del poeta valdepeñero,  titulado: «Siete libros alineados en nuestro vasar, de Joaquín Brotóns». «…Poemas para los muertos es un oscuro despertar: al amor, al dolor; un diálogo con los muertos, con las sombras, que lentamente fueron habitando el cuerpo de los hombres, con el abismo insondable de su propio corazón, encharcado de silencio. Aparece en su primer libro lo que creo es uno de los ejes fundamentales que vertebra su obra poética, de claras connotaciones cernudianas: el pulso terrible, el forcejeo entre la realidad y el deseo, oscuro y vivificador. «Poemas para los muertos» tal vez sea sólo un grito coagulado en su corazón, pero un grito que estalla y que nos convoca a las raíces.»

El catedrático de Lengua y Literatura, escritor y crítico literario, Rafael Llamazares en su estudio sobre la obra poética de Joaquín Brotons, que incluyó en su volumen: «Poesía valdepeñera del siglo XX». (1997. Valdepeñas. UNED. pp. 249-265), escribió: «…»Poemas para los muertos» es el estallido primero; el desgarrador grito del poeta que ha vivido la ilusión, la auténtica vida; y ahora éstas se ven frustradas ante realidades absurdas, convencionales, literalmente muertas. Desde el primer instante, desde su primer libro, Brotons revela evidente coincidencias con Luis Cernuda…»

«…»Poemas para los muertos», concluyo con la idea que apunté al principio. Joaquín Brotons abandona viejos moldes de la lírica manchega, de la lírica valdepeñera; y busca y elabora una nueva ética y una estética. Sin embargo, la ruptura con la tradición hasta él imperante, no es tajante desde un principio. «Poemas para los muertos» todavía presenta, o tiene que ver, con residuos de la poesía que se llamó «social» de las décadas anteriores, años 50 y 60. Como escribe Pedro A. González Moreno («Aproximación a la poesía manchega», pag, 183) presenta rasgos inconfundibles del mesianismo, es decir, anhelos de redención de la humanidad y del hombre concreto a base del amor que predica el poeta»…

«…La ruptura con lo anterior manchego es más evidente en «Poemas para los muertos», cuando apunta a temas más personales. La rebeldía, la insatisfacción, el inconformismo se resuelven en la adopción de tonos más agresivos, más violentos, de superior fuerza expresiva. De esta manera Joaquín Brotons adelanta mucho en este su primer libro en la búsqueda de la identidad personal, en el ahondamiento de su personal ser, de su singular visión del mundo y de la vida: precisamente lo que tendrá pleno desarrollo en su obra posterior».

FIDELIDAD.

Este corazón, que estáis tocando,

ya no es mío, es vuestro;

sí, es vuestro porque yo os lo doy

para que juguéis con él,

para que sirva de muñeco de vuestros hijos.

 

 

 

 

 

 

 

 

EL PRIMER BESO
Aquel primer beso,
que se perdió,
donde nadie sabe…,
que no alcanzó su plenitud de placer…

Aquel primer beso!
Todavía lo recuerdo
lleno de auténtico pánico,
de las ansias más inaguantables.

Aquel beso fue el culpable
de la más absurda mentira…